La momia olvidada
EL NIÑO INCA DEL CERRO "EL PLOMO"
Los años 50 fueron agitados y revolucionarios en Sudamérica. Fue precisamente en aquel tiempo cuando se descubrieron varias momias en los contrafuertes cordilleranos. El hallazgo que más resonancia tuvo, fue el de un niño inca de 8 años de edad aproximadamente. Su cuerpo estaba en perfecto estado, sus tejidos corporales denotaban detalles de una piel intacta, su pelo, su ropaje, todo estaba perfectamente conservado. Los científicos de la época se revolucionaron por el descubrimiento, incluso tuvieron muchas veces que debatir alocadas hipótesis sobre el mantenimiento del niño descubierto. Hasta el día de hoy este niño muestra un estado de conservación excelente, y deja asombrado a quienes tienen la suerte de verlo en una sala especial en el sótano del Museo Nacional de Historia Natural de Santiago.
IMPORTANTE DESCUBRIMIENTO
El hallazgo del niño inca del Cerro El Plomo, fue realizado el día 1 de Febrero de 1954, por arrieros de la cordillera, personas que conocen todos los pasos cordilleranos para guiar ganado a Argentina y están en conocimientos de los secretos que lleva dentro de sí, este enorme cordón de montañas que cruza todo el largo país. Podríamos hablar en pasado, pues esta profesión hoy en día esta bastante extinta, pero aún perduran personas con conocimientos ancestrales, donde las cuevas, los entresijos y acantilados de estas montañas, pasos secretos entre sus entrañas, y la infinidad de leyendas que anidan, son su especialidad, aunque hoy su utilidad es otra diferente a guiar ganado al país vecino.
Los arrieros Luis Gerardo Ríos y su sobrino Jaime Ríos Abarca, fue a quienes les correspondió que el destino los eligiera como descubridores de este singular hallazgo. El descubrimiento se realizó a 5.200 metros de altura, en el cerro conocido como “El Plomo”, concretamente en un lugar denominado “La Pirca de los Indios”. Tras encontrar en el terreno algunos utensilios y adornos indígenas de oro, los arrieros comenzaron a excavar en el hielo, y es así como a un par de metros de profundidad apareció un niño indígena enterrado en una cámara de hielo natural. Lo trasladaron a una cueva más baja, a 4.000 metros de altura y allí lo escondieron. Las negociaciones para su venta con el Museo de Historia Natural duraron más de un mes y posteriormente fue “bajado” a la localidad de Puente Alto. Según las crónicas de la época, el niño inca que pesaba 35 kilos a la hora de su descubrimiento, en todo este tiempo fue perdiendo peso y cuando bajo definitivamente de los cerros pesaba solo quince kilos. Hay que hacer notar que del ajuar del niño se perdieron muchas piezas de incalculable valor arqueológico que seguramente fueron comerciadas por los arrieros a particulares.
En aquellos años el Museo Nacional de Historia Natural era dirigido por Humberto Fuenzalida, y la señora Grete Mostny, que era jefe de la sección de Antropología, ellos fueron quienes gestionaron la adquisición de este interesante hallazgo, el cual ocupaba todas las primeras páginas de los períodos de la época. Fue precisamente el desaparecido periódico “Los Tiempos” que traían las declaraciones de uno de los arrieros que expresaba “Cuando tropezamos con su cuerpo volvimos a piedra numerada, (donde escondieron al niño inca), un mes y nueve días más tarde, nos encontramos con una tremenda novedad; estaba reseco y a lo sumo pesaba 15 kilos. Fue el viento cordillerano que en esa región es seco y constante el que operó el milagro”
Seguramente, el proceso de deshidratación del cuerpo congelado, al extraerlo de su cámara mortuoria en el hielo sometido a liofilización, es decir, a una combinación perfecta de temperatura y humedad logró esta perfecta conservación. Este era el pensamiento de Hans Niemayer en el año 1987 que dirigía el Museo.
DESCRIPCION DEL NIÑO
Hasta el momento la palabra momia como lo habrá notado el lector no la hemos usado. Precisamente este fue un punto de controversia en la época, pues algunos estudiosos decían que no podía considerarse una momia propiamente tal, ya que estas son desprovistas de sus vísceras para que se conserven largo tiempo, sin embargo el niño de “El Plomo”, es un niño congelado, científicamente se le denomina liofilizado. Estaba intacto. Todos sus órganos vitales estaban en perfecto estado. El cuerpo exterior era similar al de un ser humano vivo, sus pies, su rostro, su boca, frente, ojos con pestañas, nariz, todo estaba en perfecto estado. En la cabeza tenía un complicado peinado con múltiples trenzas, como las que usan los jóvenes de raza negra en los Estados Unidos. Su posición era reclinada sobre sus piernas y con sus manos apoyadas en las rodillas, quizás una actitud de oración o de asimilar su destino.
Valiosos objetos fueron encontrados junto a cadáver del niño inca, una figura de llama labrada en oro y plata en forma magistral, cuatro pequeñas bolsas con pelo, hojas de coca, cueros y pequeños adminículos. También llamó la atención un ídolo incásico de 15 centímetros representando a un indio con una toca roja, son los objetos extraordinarios que pudieron rescatarse del clásico expolio de coleccionistas privados.
El período “El Tiempo” en su edición de aquellos años trataba lo descubierto como una niña, y la describía con un camisón de lana negro, un chal plomo con ribetes rojos, y falda negra con ribetes de piel de vicuña. Mencionaba el periódico que la piel del cuerpo era tan extraordinaria, que aún existen zonas que segregaban un líquido seroso, lo que apasionó aún más a los investigadores. Agregaban los redactores, que esto demostraba que aún existían células vivientes en el pequeño cuerpo congelado.
FANTASTICAS TEORIAS Y LEYENDAS INCLUIDAS
El descubrimiento de este niño liofilizado, trajo consigo el alumbramiento de una serie de teorías y declaraciones, muchas de ellas de acuerdo al conocimiento de la época y otras muy aventuradas, y fuera de contexto.
Es así, como la fantástica hipótesis que el niño no era una momia y que estaba en un estado de “animación suspendida”, y que este hallazgo era el de un niño congelado, por lo tanto, no estaba muerto al momento de ser descubierto, fue la tesis más difundida, emitida por un biólogo español de apellidos García Beltrán. Al respecto de este curioso personaje, no ha sido posible encontrar datos concretos, de quien era este científico español en los archivos académicos chilenos, que suponemos se encontraba en Chile en esos momentos. En nuestras últimas investigaciones hemos logrado localizar en la Facultad de Química de la Universidad Autónoma de Guadalajara, una persona que podría ser familiar de este misterioso biólogo español que estaba en Chile en aquellos años, Esto último se esta en trámites de conseguir más referencias sobre esta persona, que sale mencionado en todas las crónicas de la época en Chile.
Al respecto, incluso más de algún comentario agregó, que debido al tiempo transcurrido entre el hallazgo y el haber bajado de las alturas el cadáver, sin las precauciones debidas, este acto se podía considerar como un “asesinato” . Se aportaban como pruebas las emanaciones de fluidos corporales y sangre de los oídos del cuerpo, cuando fue traslado de las alturas al Museo que lo adquirió. Se comentaba que el cambio de temperaturas y el remover el cadáver sin precauciones le causo la muerte, todo esto 500 años después de ser enterrado por sus antepasados. También se aludía y comparaba el hecho al descubrimiento de ciertos animales, generalmente pequeñas ranas encontradas en rocas huecas en estado de suspensión vital que luego habrían recobrado vida. En este punto hay que añadir, que al encontrarse otros hallazgos parecidos en la zona del Monte Aconcagua, se había expandido la idea entre algunos estudiosos no académicos que estos niños incas habían sido enterrados 500 años antes por los antiguos incas para “dejar un mensaje para los hombres de ciencia del futuro”
Esta idea aunque fantástica si se reflexiona un poco, aún hay personas que comparten en cierta forma esta idea pese a nuestro avance tecnológico, con otros conceptos diferentes y más avanzados, pero la medula de la idea principal es la misma. Nos referimos en especial, al tema de los “niños índigos”. Muchos de los análisis de los ADN estudiados a estos niños incas enterrados varios siglos atrás, han sido revisados y analizados, para determinar este registro ancestral y diferencial que dicen los partidarios de esta teoría, con el fin de poder compararlos con estas futuras generaciones de niños actuales “diferentes” que dicen están naciendo.
Lo cierto es que, asesorado y consultados científicos y estudiosos del tema, el ADN de estos niños incas de hace 500 años atrás, no difiere en nada con los niños actuales de esta zona del planeta.
Pero, la mente fértil de algunas personas no se detuvo allí. Se improvisaron expediciones al cerro “El Plomo”, para reiniciar la búsqueda de una de las leyendas más hermosas de la historia amerindia, nos referimos a la existencia de una mítica “Ciudad Perdida de los Incas en los Andes” Es así, como el profesor Richard Schaedel, jefe del centro de Estudios Antropológicos de la Universidad de Chile de aquellos años 50, planificó una verdadera expedición patrocinada por varias entidades sociales y medios de comunicación de la época. Las crónicas hablan que temperaturas de 3 grados bajo cero, recibieron a nada menos que a 15 sacrificados exploradores en la inhóspita montaña. Todos ellos subieron en búsqueda de esta mítica ciudad inca. La expedición se componía de antropólogos, arqueólogos, un médico y tres guías arrieros, todos se aventuraron en las entrañas de los cerros circundantes donde se había encontrado el niño inca muerto.
La expedición no tuvo suerte en su búsqueda principal, pero sí encontró varias minas de minerales de utilidad en las zonas cercanas al descubrimiento del niño inca. Noticia que fue transmitida por los periodistas de “La Nación” y “Los Tiempos” que también acompañan a los expedicionarios con pesadas máquinas de escribir “Underwood”, abuelas de nuestros modernos ordenadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario