Por Celeste Cacace
“Era una noche lluviosa y yo estaba casi dormido en el sillón más esponjoso de mi casa, mirando la novela de las diez de la noche. Yo no suelo quedarme hasta tan tarde mirando la tele, pero esta vez me había enganchado con la historia de Mariquita Gómez y Juanito de Arquiaga que tantas veces había criticado. En fin, estaba muy cómodo y tranquilo cuando un timbre ruidoso y prolongado cortó mi respiración: era el maldito teléfono que venía a cortar mi descanso.
La llamada provenía de un señor (que desde un teléfono público) me preguntaba si podía ir a arreglar su teléfono particular de manera urgente porque tenía que hacer un llamado importantísimo y no tenía tono. ¡Imagínense!, yo para ese momento me había olvidado que trabajaba arreglando teléfonos, por eso le contesté enojado “Enseguida estoy allá”. No sé cómo no lo espanté…
Tomé mi piloto, mi paraguas y salí con el auto hacia la dirección que el hombre me había indicado. Nunca había transitado esa zona porque me daba un poco de miedo; muchos decían en el pueblo que era donde se situaba el castillo del afamado conde Drácula, pero, “¡Va!,”, decía yo, “que va a vivir allí ese tipo, si acá nunca pasa nada raro”.
Cuando llegué a la casa, la tormenta había empeorado; diluviaba como nunca había visto. Salí del auto agarrando fuerte mi paraguas. ¡Era tan fuerte el viento que creía que me volaba!
Cuando llegué al portón de ese enorme caserón (porque si llamara a esa vivienda “casa”, les estaría mintiendo), sentí un retorcijón en mi panza; sí, tenía miedo…va, ¡estaba aterrado! Toqué el timbre y salió enseguida un… ser que tenía orejas puntiagudas, una cara blanca muy pálida (como la de un muerto) y vestía una capa muy larga negra.
“Soy el conde Drácula, encantado”, enunció con una voz aguda pero penetrante.
Mi corazón dió un tumbo; pensé que me desmayaría ahí mismo, pero en mi parálisis momentánea dijo algo que me calmó: “Quédese tranquilo, por haberse acercado hasta aquí en una noche tan lluviosa, no planeo morderlo,…por ahora.”, y se rió con una risa tan finita e insignificante que me tranquilizó.
De inmediato, me guió hasta el teléfono averiado y empezó a contarme que estaba hablando con su pretendida , la condesa Draculina, (en realidad estaba discutiendo con ella), cuando sorpresivamente se le cortó el teléfono y no volvió a tener más tono. Se lo notaba muy afligido por la pelea con su amada, tanto que comenzó a describirme cómo era ella, cuál había sido el motivo de la pelea y entre tanta angustia, se le escaparon algunas lágrimas.
¡Pobre!, ¡me daba pena verlo así!, tan vulnerable y sensible estaba que atiné a abrazarlo; ¡sí, a abrazarlo!, ¡él estaba muy triste! Después de un rato, le dije que se calme, que arreglaría el teléfono lo más rápido posible para que se amigara con la dama; y así lo hice: saqué mis herramientas y me dispuse a reparar la línea mientras él me contaba sobre la relación con “Draculina la divina”, como él la llamaba cariñosamente.
Unos minutos más tarde, ya reparado el teléfono, Drácula se sentía mejor, más relajado y animado, y yo, ya no le temía. Por eso, le pedí que me pagara el arreglo así me iba y lo dejaba hablar con su amada. ( Hace click en el botòn para escuchar lo que le dijo Dràcula
Primer final:
Sin embargo, Drácula me pidió que me quedara cuando llamara a Draculina para que lo ayudase a arreglarse con ella. Yo accedí, pero cuando le dije que antes me pagara él ya había marcado el número de la casa de la condesa, y no me escuchó.
Si bien tardaron exactamente dos minutos y medio para componer las cosas, estuvieron ¡dos horas hablando! Se decían frases como: “Cuchi cuchi, te adoro”, “Estaremos juntos hasta que la vida nos separe”, “La muerte es maravillosa”, etc., etc., etc. Yo estaba impaciente porque me pagara y me dejara volver a casa a ver la novela, por esa razón interrumpí su conversación varias veces, pero no había caso: él escuchaba nada más que a su prometida.
Finalmente, en un ataque de bronca después de pasadas las dos horas y media escuchando boberías, le arranqué el cable al teléfono. Me miró de una manera fulminante, sentí que el corazón me había dejado de latir… me dijo furioso: “Ahora, como castigo por lo que acabás de hacer, te voy a morder y… ¡te quedarás en el castillo conmigo, escuchándome hablar con mi amada por teléfono, todos los días de tu muerte! ¡Esto te pasa por meterte con un vampiro cruel, insensible y frío como yo!”.
Y así lo hizo: me mordió, me morí, soy un vampiro más y vivo con él, escuchándolo hablar todos lo días con Draculina por teléfono. ¡Nunca pensé que la muerte podía ser tan espantosa!”
Segundo final:
Tan agradecido estaba Drácula que me dijo emocionado: “En señal de mi eterno agradecimiento por haberme acompañado y escuchado en un momento tan difícil de mi muerte, te ofrezco como pago mi castillo para que te quedes en él y vivas confortablemente por el resto de tu muerte…¡perdón!, vida.”
“Pero, ¿vos?, ¿dónde vas a vivir?, ¿no ibas a llamar a Draculina para arreglarte con ella?”, pregunté.
El conde me miró y contestó: “No, mientras me hablabas me di cuenta que debía ir a su casa y arreglar todo personalmente con ella, tenemos toda una vida por delante juntos…ehh, una muerte, quiero decir”.
Sin poder hablar por mi asombro, estrechamos nuestras manos (¡qué fría era la suya!) y así fue como Drácula partió volando a la casa de su amada.”
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