martes, 17 de agosto de 2010

El viaje del héroe



El viaje del héroe


Comienza con la “tierra baldía” de una vida carente de autenticidad.
Los viejos conceptos, ideales y pautas emocionales ya no encajan; se acerca el momento de traspasar el umbral.
La llamada a la aventura se presenta de muchas maneras a lo largo de los años, tanto sutiles como explícitas.
Es una llamada al servicio, a entregar nuestra vida a algo más grande que nosotros mismos, la llamada a convertirnos en lo que estamos llamados a ser, la llamada a realizar nuestro “designio vital”.
Algunos de los llamados a la aventura eligen ir.
Otros pueden estar luchando durante años con el miedo y la negación antes de poder trascenderlos.
Tendemos a negar nuestro destino por nuestra inseguridad, por nuestro miedo al ostracismo, por nuestra ansiedad y falta de coraje para arriesgar lo que poseemos.
En el fondo, sabemos que cooperar con el destino aporta un gran poder personal y responsabilidad.
Si nos implicamos en nuestro destino, nos abrimos al designio del universo, que se expresa a través de nuestro designio personal.
Si nos negamos, continuamos sintiéndonos inquietos.
Después, como surgida de la nada, se presenta la guía: algo o alguien que nos ayuda a traspasar el umbral de la aventura.
Puede tomar la forma de voces dentro de las personas o de personas que nos guían y nos permiten ver el camino.
Cuando decimos sí a la llamada, traspasamos el umbral. Sobre ese momento de decisión, Buber dice: “E incluso esto no es lo que ‘deberíamos hacer’, más bien no podemos hacer otra cosa”.
En ese punto, nuestra libertad y el destino se funden. “Aquí estoy. No puedo hacer otra cosa”, dijo Martin Lutero.
Atravesamos las puertas de lo desconocido hacia el vacío, un dominio carente de mapas. Comienza el peligroso viaje y nos encontramos con una serie de pruebas, peripecias y peligros.
Es un lugar de terror y oportunidad.
Si estamos verdaderamente comprometidos a seguir nuestro sueño, hay una fuerza más allá de nosotros y de nuestra voluntad consciente que nos ayuda a lo largo del camino y nutre nuestro crecimiento y transformación.
Unas manos invisibles guían nuestro viaje con una precisión infinitamente mayor de lo que sería posible si sólo interviniera nuestra voluntad consciente.
Campbell dice que es “la fuerza sobre natural” que ayuda a “los elegidos en medio de sus pruebas más penosas”.
A lo largo del viaje nos encontraremos inevitablemente con uno o más de estos retos supremos que ponen a prueba nuestro compromiso con el camino que hemos tomado y nos dan la oportunidad de aprender de los errores.
En los estadios postreros del camino cruzamos un umbral tras otro, soportando la agonía del crecimiento espiritual y rompiendo nuestras limitaciones personales.
Cuando emergemos del encuentro supremo, ya no somos la misma persona; “tenemos algo más que ha crecido en nosotros”, dice Buber.
Finalmente, con la misión cumplida, regresamos trayendo el elixir que restaura la sociedad.
Es difícil dejar atrás la bienaventuranza de las últimas etapas del viaje, un estado de aventura suprema, para volver al lugar largo tiempo olvidado del que partimos, donde personas que son fragmentos de sí mismas imaginan ser totales.
Al volver, resulta difícil integrar el duro golpe que suponen las preguntas razonables, los resentimientos y la buena gente que no llega a comprender.
Y regresamos únicamente para preparar el viaje siguiente; pero volvemos como seres nuevos y potentes, preparados para ponernos de nuevo al servicio de la comunidad.

Joseph Jaworsky

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